La experiencia del corazón ardiente de Juan Wesley


Juan Wesley ( 1703 -1791), pastor anglicano y teólogo cristiano inglés. Nacido en Epworth, Lincolnshire, fue uno de los primeros líderes del movimiento metodista cuyo desarrollo inicial está vinculado a su biografía. Se distinguen, en este sentido, tres etapas: la primera, cuando junto con su hermano Charles funda el “Holy Club” (Santo Club); la segunda, cuando realiza su viaje a Savannah, Georgia (EE. UU.); y la tercera cuando regresa a Inglaterra.  La experiencia del corazón ardiente ocurre durante la tercera etapa. 

Juan Wesley regresó a Inglaterra deprimido y golpeado luego de su desastroso viaje de “evangelización” a las Trece Colonias Inglesas en América en el año 1735. Fue en este momento que se acercó a los Moravos a los que había conocido 3 años antes, durante su viaje a Georgia (colonia Inglesa en América.) En este viaje se alzó una tormenta y rompió el mástil del barco. Mientras los ingleses se llenaron de pánico, los Moravos se mantuvieron tranquilos y comenzaron a cantar himnos y a orar. Esta experiencia llevó a Wesley a pensar que los Moravos poseían una fuerza interior que él no tenía.  

Fue en esta condición que él tuvo su experiencia de “Corazón Ardiente” en la iglesia de los Moravos en la calle Aldersgate de Londres, Inglaterra, el 24 de mayo de 1738.

Aquella noche, Juan Wesley, sacerdote anglicano, entró a la Iglesia de los Moravos y escuchó cánticos e himnos. Los Moravos eran una iglesia alemana, muy piadosa que practicaban la piedad, los cánticos y la fe ardiente en Jesucristo. Aquella noche del 24 de mayo de 1738, Juan Wesley escuchó la reflexión que se leía sobre el prefacio de Martin Lutero sobre la Epístola a los Romanos y sobre Efesios 2:7-9: “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe”.  

Por supuesto que sabemos que si bien esa experiencia no dio inicio al movimiento metodista, ya que éste se dio varios años antes, lo cierto es que dinamizó al movimiento y le imprimió una nueva perspectiva. Fue como producto de esta experiencia que Juan Wesley describió aquella experiencia como “la experiencia del corazón ardiente”. Esta experiencia revolucionó su carácter y su ministerio. Cambió su forma de ver la Salvación, de una basada en hacer buenas obras, en una basada en La Gracia de Dios. Wesley se dedicó a predicar sobre la salvación basada en la Gracia de Dios. Predicó y enseñó sobre la Gracia (Anticipante, Justificadora y Santificadora), los Medios de Gracia (la Oración, el Estudio de la Escritura, la Gracia Sacramental (el Bautismo y la participación en la Santa Cena), la Vida Devocional, el Ayuno, y otras formas de experimentar la Presencia de Dios (congregarse, grupos de oración, sociedades, bandas, escuela bíblica, etc.)  

Wesley describe en su diario dicho momento:   
  "Como a las nueve menos cuarto, mientras escuchaba la descripción del cambio que Dios opera en el corazón por la fe en Cristo, sentí arder mi corazón de una manera extraña. Sentí que confiaba en Cristo, y en Cristo solamente, para mi salvación. Y recibí la seguridad de que Él había borrado mis pecados y que me salvaba a mí de la ‘ley del pecado y de la muerte’. Me puse entonces a orar con todas mis fuerzas por aquellos que más me habían perseguido y ultrajado. Después di testimonio público ante todos los asistentes de lo que sentía por primera vez en mi corazón." 

Una vez más podemos darnos cuenta de la gran trascendencia de tener una experiencia con Jesucristo y con plena certidumbre en Él. Plena certidumbre en que nos ha liberado de nuestros pecados y que nos ha salvado. Esta experiencia no se puede quedar en lo “intimista” (“espiritual”) e individualista ya que tiene una trascendencia en lo social. 

Hay que impactar y reformar la nación, decía Wesley.       

Inmediatamente después de su nuevo nacimiento, Wesley se lanzó a la tarea de evangelizar a toda la nación inglesa. El escribió: "Quiero reformar a la nación; particularmente a la iglesia, y quiero esparcir una santidad escritural sobre todo el país". ¡Qué grandioso objetivo! Aparentemente, sin embargo, era un plan imposible, pero nunca se dio por vencido. En otra ocasión afirmó: "Tengo un solo punto de vista, el promover en cuanto me sea posible una religión vital, práctica, y por la gracia de Dios, preservar e incrementar su vida en el alma de los hombres". Juan Wesley fue lo que Dios quiso que fuera: principalmente, y sobre todo, un gran evangelista. Wesley sacudió a su primera congregación inmediatamente después de haber recibido a Cristo. El tema de su primer mensaje fue: "La salvación por fe". De esa manera, a la edad de 34 años, dio el trompetazo que inauguró el gran avivamiento evangélico del siglo XVIII en Inglaterra y que luego se esparció por todo el mundo conocido. ¿Necesitaba la iglesia tal renovación espiritual? Definitivamente, sí (igual que hoy.) Los predicadores carecían de ardor y pasión por las almas. "Sus sermones eran secos, metódicos y sin emoción. Entregaban con calma insípida sus mecánicas composiciones", declaró un historiador.  

Campaña de cincuenta años    

Wesley iniciaba ahora una campaña de alcance nacional y hasta internacional. "¡Todo el mundo es mi parroquia!" respondió con resonante firmeza a un obispo que lo criticaba incesantemente. Dios tenía una labor de evangelista itinerante para él, y Wesley la aceptó con entusiasmo. Él se consideraba un sencillo predicador-vocero de las Buenas Nuevas a una generación necesitada y decadente. "Dios en la Escritura me ordena que, según mis fuerzas, instruya a los ignorantes, reforme a los malvados, confirme a los virtuosos", decía en una de sus innumerables cartas. "Los hombres me prohíben predicar en sus parroquias. ¿A quién, pues, escucharé, a Dios o al hombre?" Nos hace pensar en lo que ocurrió con San Pedro cuando tuvo que responder a los líderes de Jerusalén diciendo: "Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios" (Hechos 4:19). Y San Pablo dijo: "Porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!" (1 Cor. 9:16). Con tales palabras se lanzó Wesley. Juan Telford declara: "Deliberadamente dio sus años a la gente humilde. Pasó sus días entre los pobres. Él se propuso atraer las masas a Cristo, y a ese fin fue fiel por más de medio siglo". A los 82 años de edad Juan Wesley pudo afirmar que el número de los que fueron llevados a Dios por el evangelio durante el avivamiento había sido mayor que el de cualquier época similar después de la de los apóstoles.

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Los llamaron "Metodistas"    

Wesley era tan metódico, organizado y disciplinado, que burlonamente tanto a él como a sus seguidores los apodaron "Metodistas". Más tarde, ellos mismos se apropiaron del apodo con sano orgullo. Juan Wesley era metódico al buscar el lugar desde el cual predicar. Visitaba el terreno, observaba la dirección del viento, buscaba un lugar elevado para proclamar el evangelio. Su impaciencia era notoria cuando el programa se llevaba a cabo en una sala pequeña o mal ventilada, o situada en algún rincón oscuro de la población. Él buscaba las multitudes; le desagradaban los rincones escondidos. El historiador Wood afirma tras laboriosa investigación que Wesley tenía un solo propósito con sus "sociedades metodistas": el cuidado de las almas y el cultivo de la vida de Dios en los recién convertidos. En su época, la Iglesia Anglicana -su propia denominación- y los pastores de la misma estaban muertos. No les interesaba la condición moral y espiritual de la comunidad. Vivían existencias materialistas y egoístas. Hay evidencia de que Wesley, al formar estas sociedades, clases bíblicas o células, tenía en mente despertar en la Iglesia Anglicana una sana envidia que la reformara y movilizara. Nunca fue su intención establecer otra denominación. Más tarde ello resultó inevitable. "No existimos para formar una nueva secta sino para reformar a la nación y en particular a la iglesia, y para esparcir la santidad escritural en toda la tierra", escribió. Y agregó: "Los Metodistas deben esparcir vida entre todas las denominaciones" y luego lacónicamente continuó "hasta que ellos mismos se tornen una secta separada".       

El mismo clamor  

¡Qué visión le impartió Dios! ¡Qué poder y unción del Espíritu Santo! Él y sus discípulos fueron hombres ordinarios usados en proporción extraordinaria. Se afirma con toda propiedad -aun por parte de historiadores no cristianos- que este avivamiento salvó a Inglaterra de una revolución sangrienta y destructiva. Gracias a ese gran despertar espiritual y moral, años más tarde la Palabra de Dios llegó también a países latinoamericanos. El impacto tuvo repercusiones internacionales. La evangelización del mundo entero en el día de hoy comenzó en esas raíces vivientes y vigorosas. Wesley y sus discípulos eran evangelistas y estimulaban a otros a que también lo fueran. Ganaban almas, las reunían, las alimentaban y pronto las capacitaban para que fueran asimismo ganadoras de almas.  

El clamor de Juan Wesley, allá por el año 1758, es el clamor que podemos decir: "¡Qué Dios nos mande obreros dispuestos a gastar y gastarse por sus hermanos!"   ¡Amén!  

Sobre el autor:
Juan Feliciano es pastor jubilado de la Iglesia Metodista de Puerto Rico. Fue profesor de educación en el Seminario Teológico Evangélico Garrett, en Evanston, IL; profesor en educación en Carroll University, Waukesha, Wisconsin; profesor en la Universidad Interamericana de Ponce y Arecibo; profesor de educación en la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. Sirvió como Pastor en Kedzie Ave. UMC en Chicago. En Puerto Rico sirvió en la Iglesia Metodista Juan Wesley, Arecibo; Iglesia Metodista Obispo Corson, Ponce, y en la Iglesia Metodista Villa Fontana en Carolina (2012 – 2013). También trabajó como Director del Ministerio Hispano, en la Conferencia de la Florida de la Iglesia Metodista Unida (2010 – 2012).  

Fuente: umnews.org




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