El techo del mundo para Cristo, una semblanza de Víctor Plymire, primer misionero en el Tibet



Una semblanza de Víctor Plymire, primer misionero a esa región del mundo conocida como el techo del mundo, el Tibet.

Por Ricardo Ferguson



En 1907, a la de edad de veintisiete años, Víctor Plymire (1881-1956), el tío abuelo del Decano del Instituto de superación Ministerial de las Asambleas de Dios  - ISUM - Ricardo Ferguson, llegó a la China para iniciar su carrera misionera. Su último destino sería las montañas del Tíbet, donde ningún misionero había llegado. Desde la ciudad de Shanghái, tomó una lancha por el río Yangtzé. Después de 3 meses llegó a la ciudad de Hong Ko, todavía a quinientos kilómetros de su meta


Contrató a un guía y juntos empacaron las mulas para viajar a pie el resto del camino. El misionero soltero sintió que la soledad entraba en su corazón y deseaba una palabra del Señor. Dios le dio el pasaje bíblico de Isaías 41:10 que dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Era como si el Padre Celestial le hubiera hablado personalmente. Esa promesa fue para él, pero a lo largo de los años esas palabras serían puestas a la prueba muchas veces. Después de 3 semanas, Víctor y su guía llegaron la ciudad de Tow Chau.


Llegando a Tow Chau, su primera tarea fue aprender el idioma. Después de varios días de búsqueda, Víctor halló a un hombre tibetano, que en sí era un bandido, pero aceptó el reto de enseñar al misionero. El “maestro” corrió el riesgo, porque estaba prohibido enseñar el idioma a los extranjeros. Al día siguiente empezaron las lecciones.


El maestro tibetano de Victor Plymire 

Víctor entró a la casa del maestro listo para aprender el idioma y se sentó en la mesa. El maestro se levantó de la mesa y sacó de un armario de la cocina una carne cruda y en mal estado.


- El maestro le dijo al misionero en su idioma, “coma”.

- Víctor respondió con una de las pocas palabras que había aprendido, “no”.

Entonces el maestro siguió con la lección del día, enseñando algo básico del idioma.

Al día siguiente, Víctor entró otra vez a la casa listo para aprender el idioma y se sentó en la mesa. Por segundo día, el maestro se levantó de la mesa y sacó de un armario de la cocina la misma carne cruda y en mal estado.

- El maestro le dijo, “coma”.

- Otra vez, Víctor respondió, “no”.

Al tercer siguiente, Víctor entró a la casa listo para seguir con las enseñanzas y se sentó en la mesa. Por tercer día seguido, el maestro se levantó de la mesa y sacó de un armario de la cocina la misma carne cruda y en peor estado.

El maestro le dijo al misionero, “coma”.

Víctor miró a la cara del maestro y se dio cuenta que el maestro estaba muy serio. Víctor pensó a sí mismo, “si no como la carne hoy, mañana me sacará el mismo pedazo de carne cruda y estará en peor estado. Entonces, Víctor tomó el tenedor y el cuchillo y poco a poco comió toda la carne.

Al terminar, el maestro le dijo al misionero, “Ahora aprendiste tu primera lección de nuestro idioma y nuestra cultura. Nunca debes rechazar la comida cuando alguien te lo ofrezca porque es un insulto grave.” 

Durante los años siguientes, Víctor tuvo la oportunidad de practicar esa lección muchas veces.


Después de varios meses de aprendizaje, el misionero había aprendido lo suficiente como para iniciar sus viajes a los pueblos cercanos. Sus primeros viajes eran cortos haciendo lo que la gente necesitaba: extrayendo muelas, cosiendo heridas de espadas, amputando dedos congelados, mostrando el amor de Cristo en una manera práctica. El trabajo del Señor fue lento, pero él empezó de ganar la confianza entre los tibetanos y tuvo la oportunidad de compartir el mensaje del Señor con algunos de ellos.


En uno de sus viajes, él estaba cruzando un río en un puente de madera colgada. Al llegar al otro lado un grupo de ladrones armados estaban al punto de asaltarlo y robarle. Él hizo que su caballo corriera a todo galope. Los bandidos en vez de atacarlo se quedaron congelados. No se movían como si un poder sobrenatural hubiera caído sobre ellos. Después de varios días, Víctor regresó a la ciudad por el mismo camino, pero esta vez no había ningún bandido en el camino. Pasando unos días, estaba en el mercado y vio a uno de los malvivientes. Este se acercó a Víctor y le preguntó, “¿dónde están sus guardaespaldas con los cuales viajaban?”


- Víctor le pregunto, “¿cuáles guardaespaldas?”


- El ladrón respondió, “nosotros vimos sus guardaespaldas por delante y por detrás suyo, el día que cruzó el río en el puente. Estaban muy armados y por eso no lo atacamos. Corrió la voz por todas partes que usted es un hombre muy importante y que nadie lo debe tocar.” El resto de su primera gira, Víctor viajaba sin temor pudiendo cumplir con lo que Dios quería.


Su primero periodo misionero duró doce años, muchas veces sin dinero, sin cartas de aliento, sin ofrendas.  Muchas veces Víctor solamente tenía papas y zanahorias para comer. El ministerio era difícil y durante los primeros doce años solamente tuvo un convertido.


En 1919 se casó con Grace Harkless, también misionera en la China. Ellos regresaron a los EE.UU. para su primera gira misionera.  En 1920, Victor Plymire fue ordenado por las Asambleas de Dios, apenas seis años después de que se había fundado en 1914, mientras Víctor estaba en Tíbet.  En 1921, nació su primer hijo, John David Plymire, quien trajo mucho gozo a su hogar. En 1922 la familia regresó al Tíbet.


Victor, su esposa Grace y su pequeño hijo

En febrero llegaron a su nuevo hogar en Tangar, pero nadie quería alquilarles una casa porque eran extranjeros y estaba prohibido hacerlo. Pero después de varios días un hombre les alquiló dos cuartos pequeños.  Ellos oraron y dedicaron su hogar a Dios. Muchas veces no alcanzaban a vivir con las finanzas, y les parecía que las iglesias se habían olvidado de ellos.


Un día encontraron un terreno que sería perfecto para iniciar una iglesia, pero no tenían los fondos necesarios. La misión había enviado un poco de dinero, pero no era suficiente. Ellos no sabían que hacer.  Grace le dijo a Víctor, “Tal vez no sabemos que hacer, pero, podemos orar.” Ellos oraron y Dios les contestó, pero no en la manera que pensaron. Dios les dirigió a invertir sus ahorros que tenían en el banco en el terreno. Dijo Víctor, “la salvación de las personas de Tíbet era más importante que el dinero.”


Dijo Víctor, “la salvación de las personas de Tíbet era más importante que el dinero.”


Pero antes de poder efectuar esa adquisición, en enero de 1927, una epidemia de viruela llegó a Tangar. El 9 de enero su hijo, John David, de solo cinco años, se contagió con la enfermedad. Tenía una fiebre muy elevada y sufría con mucho dolor. Grace y Víctor lo atendieron día y noche, orando que Dios lo sanara. Siete días después Grace también se enfermó. Víctor cuidaba a los dos, pero doce días después de enfermarse, el 20 de enero a las 8:30 a.m., Jesús llevó su hijo, John David, al cielo. Le dijo justo antes de morirse, “Papi, Jesús me ama, ya no tengo dolor.” Esas fueron sus últimas palabras. Víctor tuvo que hacer un pequeño ataúd de unas tablas de madera que él tenía. Él mismo puso el pequeño cuerpo en el ataúd y aseguró la tapa con clavos. Pero no pudo hacer más que eso, pues de día y de noche tuvo que velar por su querida Grace. Una semana después, el 27 de enero, aquella pareja de misioneros tuvieron su última charla, leyeron juntos de la Biblia por la última vez, oraron y cantaron su último himno. Ella empezó a cantar, “Jesús viene por mí,” y la persona más cercana a Víctor en la tierra se fue para estar con Jesús.


Ls ataúdes de Grace y John, enterrados en una ladera remota

Por segunda vez, Víctor hizo un ataúd con sus propias manos. Cada clavo que hundió era un clavo en su corazón, que le empujó más y más en el valle de sombra de muerte. Como eran extranjeros, las autoridades locales no le permitieron enterrar a sus amados difuntos en el cementerio local, así que Víctor tuvo que comprar ese pequeño terreno para tener donde sepultarlos. La tierra estaba congelada, pero logró cavar un hoyo en el cual metió los dos ataúdes. Nunca comprendió la razón por la cual ellos tuvieron que morir.


Por segunda vez, Víctor hizo un ataúd con sus propias manos. Cada clavo que hundió era un clavo en su corazón, que le empujó más y más en el valle de sombra de muerte.

 

Por años ellos habían orado que Dios les enviara personas para ayudarnos…Víctor dijo, “Pero nadie vino.  Siempre nos preguntamos si Dios no estaba llamando a la gente o si alguien había fallado a Dios por no responder.”


Decidió que iba a llevar el evangelio a los del Tíbet, aun si lo tenía que hacer a solas.  Víctor dijo, “El 5 de mayo de 1927, unos meses después de la muerte de mi esposa y mi hijo, yo salí para hacer el viaje evangelístico atravesando todo el Tíbet. Por nueve meses viajamos por esa nación compartiendo el evangelio con cada persona que encontramos.  Tuvimos que enfrentar muchos peligros: dedos congelados, ladrones, hambre, nos perdimos en una tormenta de nieve, pero Dios siempre estuvo con nosotros y no me desanimé.”


Víctor y un par de compañeros, creyentes tibetanos, viajaron 3200 kilómetros montados a caballo, atravesando así a todo el Tíbet con el evangelio. Así Víctor Plymire vino a ser el primer misionero evangélico que llevó el mensaje de Cristo hasta el interior del Tibet, incluyendo su capital, Lhasa.


Víctor Plymire

Víctor no había regresado a los EE.UU. por ocho años, pero en vez de retornar, se fue a China, para descansar. Allí, el conoció a una mujer, Ruth Weidman, quien había llegado con su hermana, Elizabeth, para ser ambas misioneras. Habían terminado sus estudios del idioma y estaban esperando la dirección del Señor. Víctor se enamoró de Ruth y se casaron el 8 de agosto de 1928.

El 3 de septiembre, Ruth y Víctor, juntamente con Elizabeth, salieron para la misión en Tangar.  Dos meses después llegaron a su hogar.  Víctor dijo, “Nos sentimos muy contentos de estar en el lugar donde Dios nos había llamado.”  Pero después de unos días, pasaron por un momento terrible. “Un grupo de 20.000 invasores entraron a nuestra ciudad y empezaron una matanza. Ellos mataron padres, madres y niños, 3.000 en total. Algunos niños perdieron ambos padres. Los misioneros, dentro de la misión escucharon los gritos por horas.” Por medio de esta experiencia, Dios los usó para mostrar Su amor a los ciudadanos y se abrieron puertas de ministrar. Después de veintiún años de ministrar en Tíbet, empezaron a ver los resultados.


El día de la Navidad del 1928, se bautizaron cuatro nuevos convertidos. En marzo de 1929 se bautizó otro grupo de nuevos creyentes.


El año siguiente, los Plymire tuvieron que regresar a los EE.UU. para visitar a las iglesias. Tuvieron el privilegio de visitar a los hermanos y compartir lo que Dios estaba haciendo en Tíbet. Poco a poco levantaron las finanzas necesarias para regresar allí. Recibieron dos dólares de una iglesia, tres de otra. Esas ofrendas pequeñas crecieron hasta que tuvieron lo necesario, y en octubre de 1932 se prepararon para regresar al Tíbet.


La hermana de Ruth, Elizabeth, también estaba lista para regresar con su novio, George Wood. Al llegar a la China, Elizabeth se casó con George Wood en Shangai y se quedaron en la China (su hijo George O. Wood llegó a ser Superintendente de las Asambleas de Dios EEUU y Presidente de la Fraternidad Mundial de las Asambleas de Dios.


En 1932, les nació David, y se prepararon para viajar todos juntos. Llegaron a Tangar y continuaron el ministerio que Dios le había encomendado. La iglesia había crecido y siguió el crecimiento.


Trabajaron once años sin descanso, pero con el apoyo del Señor, y la iglesia crecía cada día. En 1943 Ruth sufrió un ataque cardiaco. Estaba muy débil y Víctor sabía que ella debía regresar a los EE.UU. Pero él se quedó en el Tíbet hasta 1945 cuando decidió viajar a los EEUU. Víctor se preguntaba, ‘Por qué no habrá otros obreros para ayudarnos y continuar este ministerio.’  Él no quería dejar el ministerio otra vez, pero pensó que quizás podría levantar más obreros para la obra visitando las iglesias en los EEUU.” En su último culto ministró la Santa Cena orando por que los creyentes queden fieles al Señor.


Cartel con parte del Evangelio en tibetano

Por dos años visitaron a las iglesias compartiendo la necesidad en Tíbet. En 1947, ellos, una vez más regresaron al Tíbet, otra vez sin la ayuda que tanto necesitaban. Llegan a su ciudad querida Tangar, y la congregación creció hasta que doscientas cincuenta personas estaban congregándose. Por fin, Dios les dio el pastor Chin quien podría ser el pastor en su ausencia.


En 1949 recibieron noticias que los comunistas estaba tomando control de China y estaban por entrar en Tíbet. Ellos tuvieron que salir. Hicieron su último culto en Tangar el 19 de junio de 1949, bautizando a veinticinco nuevos convertidos.


Salieron esperando regresar algún día …pero no fue posible.


A la edad de 66, Víctor Plymire regresó a los EEUU, pero nunca cesó de predicar acerca de la misión en Tangar, Tíbet. Había ministrado en Tíbet por cuarenta y un años y siguió proclamando la necesidad de obreros en aquel lugar por los próximos nueve años.  A la edad de 75 años,  todavía conservaba las esperanzas de regresar al servicio misionero en el Tíbet.


Pero el 8 de diciembre de 1956, Plymire leyó la misma Biblia que había llevado a lo largo del Tíbet treinta años antes, pero nunca más regresó. Esa tarde entró a su habitación, oró y un poco mas tarde entró en la presencia de su Señor.


Ahora el resto de la historia:

La razón de la muerte de los dos seres queridos de Víctor en Tangar, Tíbet fue revelada en el año 2000 cuando el gobierno local de Tangar decidió que la iglesia de esa ciudad tenía que cerrarse porque no podía demostrar su existencia legítima con documentos.


El pastor de la iglesia escribió a David Plymire, hijo de Víctor, pidiendo ayuda.  David buscó entre los documentos de su padre y halló el documento de compra y venta del terreno que usó para dar sepultura a su esposa e hijo.  Cuando Víctor compró el terreno, en vez de comprar el terreno en su propio nombre, lo compró a nombre de las Asambleas de Dios de Tangar.  Ese documento comprobaba que las Asambleas de Dios fue registrada como dueña de ese terreno por más de siete décadas, demostrando su existencia legal y hoy día, siguen predicando el evangelio en ese lugar.


Sobre el autor:

Ricardo Ferguson, sirve como Decano Académico del Instituto de superación Ministerial de las Asambleas de Dios. Junto a su esposa Wanda han servido como misioneros en el Perú por más de 25 años. Antes de ser misioneros, ellos servían como pastores de niños y adolescentes en los EE. UU. por 6 años. Han ministrado como los Directores Nacionales del Ministerio de Niños y Adolescentes de las Asambleas de Dios del Perú y el Ministerio de Castillo del Rey - Perú.  También  fueron directores de la Escuela de Preparación Ministerial Última Cosecha, formando pastores y misioneros. Actualmente, se desempeñan como profesores y directores de seminarios de ISUM Internacional


Fuente: Publicado originalmente en Conozca.org con el título “La increíble vida y ministerio del misionero Víctor Plymire",  de fines de 2023.


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El techo del mundo para Cristo, una semblanza de Víctor Plymire, primer misionero en el Tibet El techo del mundo para Cristo, una semblanza de Víctor Plymire, primer misionero en el Tibet Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on marzo 23, 2024 Rating: 5
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