Nehemías El secreto de la renovación urbana

Nehemías El secreto de la renovación urbana

Por Roger S. Greenway


El 23 de diciembre de 1972, Managua, capital de la república centroamericana de Nicaragua, fue destruida por un terrible terremoto. Veinticinco minutos después de la medianoche, tres espantosos movimientos telúricos sacudieron a la ciudad. Los dos primeros transmitieron vibraciones verticales que aflojaron las estructuras de los edificios. El tercero parecía moverse en dirección horizontal, derrumbando edificios como si fuera una gigantesca bola de boliche. En tan solo tres minutos, una ciudad de cuatrocientos mil habitantes yacía en ruinas.


George Cárdenas, presidente de la Cruz Roja Nicaragüense, relata lo que ocurrió en los días que vinieron después del devastador sismo: “1a Cruz Roja empleó maquinaria pesada para cavar una enorme fosa común que diera cabida a varios millares de cuerpos. La gente sacaba a sus seres queridos de entre los escombros y, usando las puedas de las minas como camillas, los transportaban a su lugar de entierro. Depositaron las puertas con los cadáveres en la fosa común.”


Nadie sabe exactamente cuántos murieron en aquella noche de terror. La Cruz Roja calcula que murieron entre seis y ocho mil personas, además de los cuarenta mil heridos. Algunas personas simplemente desaparecieron y nadie sabe qué paso con ellos. Los padres buscaban en vano a sus hijos, con la esperanza de que hayan sido rescatados y enviados a orfanatorios, a veces hiera del país, de donde nunca más se volvería a saber de ellos.


Para los residentes de Managua, la noche del terremoto fue como un anticipo del juicio final, y las necesidades espirituales de muchos corazones salieron a la luz. La gente de Managua nunca tuvo fama de ser religiosa. En el centro de la ciudad había una catedral católica romana, pero la gran mayoría de la población casi nunca asistía a sus servicios. Había iglesias protestantes por toda la capital, pero la mayoría de los managüenses sencillamente las ignoraban. El terremoto se ensañó particularmente con el centro de la ciudad, y esa noche el centro estaba repleto de gente buscando diversión. Los restaurantes y cabarets estaban llenos, pues la temporada “navideña” estaba en todo su apogeo. Los managüenses estaban de fiesta y pocos pensaban en Dios.


Pero el terremoto lo cambió todo. El primer temblor dañó gravemente a la más grande iglesia evangélica del centro, pero quedó en pie. De arriba a abajo, se abrieron inmersas grietas en sus majestuosas paredes, y parecía que en cualquier momento el techo se derrumbaría. Pero se mantuvo en pie, y centenares de personas trataban de entrar por las atestadas puertas. Los dirigentes de la iglesia hicieron cuanto podían para impedir que entrara la gente, temiendo lo que podría suceder, si se producía otro temblor. Finalmente, lograron cerrar las puertas y el pastor suplicó a la aterrorizada gente de la calle que no tratara de forzar las puertas. Pero centenares insistían en que, si habían de morir, querían que fuera en una iglesia, aunque fuera evangélica. Para ellos, en ese momento el templo representa a Dios y el camino al cielo, y se desesperaban por entrar. De la asediada puerta surgía el clamor: “¡Déjanos entrar, déjanos entrar!”

Una de las escenas más conmovedoras de aquella terrible noche fue la de personas arrodilladas en las calles clamando a Dios como nunca lo habían hecho. Sus casas habían desaparecido, sus bienes se habían perdido y algunos de sus seres queridos estaban sepultados entre escombros. Muchos pensaron que el fin del mundo había llegado. En una ciudad en la que el 95 por ciento de la población no tenía relación alguna con las iglesias que predicaban el evangelio, y en la que solo unos pocos habían mostrado cierto interés en la religión, hubo más oración aquella noche que la que jamás habían experimentado.

Los servicios de socorro, tanto seculares como religiosos, acudieron a la tragedia. La ciudad recibió abundancia de dinero, medicinas y alimentos. Se levantaron viviendas provisorias, se distribuyeron toneladas de alimentos, y se emprendió la reconstrucción del área metropolitana. La renovación y reconstrucción de la ciudad continua hasta el presente, y pasarán años antes que los efectos del terremoto desaparezcan. Miles de managüenses llevarán hasta la tumba las cicatrices físicas y mentales de esta tragedia, fruto de aquella terrible noche.

Además de brindar ayuda material, como comida para el que pasa hambre, frazadas para el frío, medicinas para los enfermos y vivienda para los desamparados, ¿cómo deben responder los cristianos a las necesidades de una ciudad destruida? Ciertamente, reconstruir una ciudad requiere más que levantar
nuevos edificios y llenarlos de gente. Las ciudades necesitan algo que la tecnología no puede proveer ni los demógrafos urbanos, describir. Las buenas ciudades necesitan cimientos espirituales, para lo cual necesitan una palabra del Señor. En el corazón de la religión cristiana está el supuesto de que las vidas, los hogares y las ciudades deben edificarse sobre el cimiento de la Palabra de Dios. De lo contrario, tarde o temprano quedarán destruidas como quedó Managua después del terremoto. La verdadera renovación urbana incluye rechazar el mal, comprometerse con el bien y obedecer a lo que dice la Palabra de Dios. Esdras y Nehemías lo sabían, y sobre esa base emprendieron la tarea.

La verdadera renovación urbana incluye rechazar el mal, comprometerse con el bien y obedecer a lo que dice la Palabra de Dios. Esdras y Nehemías lo sabían, y sobre esa base emprendieron la tarea.

La lectura de la ley y la renovación de la ciudad


El capítulo ocho del libro de Nehemías relata cómo los exiliados que regresaron de Babilonia se reunieron en la puerta de las Aguas del templo de Jerusalén. Celebraban la Fiesta de las Trompetas, un festival sagrado que Dios les había ordenado observar anualmente el primer día del séptimo mes (Levítico 23:23-25). Era un “día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación”.

Nehemías, el arquitecto de la renovación urbana de Jerusalén, tenía planeado algo muy especial para ese día. Había hecho todo lo posible para animar al pueblo a reconstruir la arruinada ciudad. Habían despejado los escombros, levantado los muros y edificado nuevas casas. Había sido un proyecto gigantesco, y Nehemías estaba orgulloso de lo que el pueblo había logrado. Pero algo más hacía falta. Nehemías se daba cuenta de que era necesario realizar reformas morales y religiosas para darle a la nación una base espiritual que la apartara de las demás naciones y que evitara la degeneración que precipitó la caída de Jerusalén hace muchos años. Para que las reformas políticas y sociales se arraigaran del tal forma, que agranden a Dios y preserven al pueblo, tenía que producirse una renovación espiritual. Esto solo podía ocurrir, si se conocía, comprendía y obedecía la Palabra de Dios.

Para que las reformas políticas y sociales se arraigaran del tal forma, que agranden a Dios y preserven al pueblo, tenía que producirse una renovación espiritual. Esto solo podía ocurrir, si se conocía, comprendía y obedecía la Palabra de Dios.

La ley de Moisés requería que cada siete años se leyeran las Escrituras en público (Deuteronomio 31:9-13). Pero el cautiverio babilónico dejó esta costumbre en el olvido, al igual que muchas otras. Antes del cautiverio, la sensibilidad espiritual del pueblo se fue deteriorando hasta que dejaron de interesarse en lo que la ley tenían que decir. Durante el exilio, las circunstancias no permitieron la celebración de asambleas religiosas y de las fiestas prescritas por Moisés. Pero ahora los desterrados habían vuelto a su propia ciudad, y el castigo hizo que ahora el pueblo estuviese dispuesto a escuchar. Los repatriados deseaban sinceramente escuchar lo que la ley de Dios les decía.

Fue así como al sacerdote Esdras se le pidió que sacara la ley de Moisés y que la leyera ante la asamblea en Jerusalén. En aquel tiempo, Esdras dedicaba la mayor parle de sus energías a compilar una edición completa de las Escrituras canónicas, y la oportunidad de kerlas en público, en la Fiesta de las Trompetas, lo llenó de júbilo. Sobre una plataforma de madera levantada para la ocasión, Esdras y otros trece sacerdotes se pusieron a leer en voz alta ante el pueblo. Cuando Esdras se cansaba en esta larga lectura de las Escrituras, otros sacerdotes le ayudaban. Además de los sacerdotes, trece levitas le ayudaban al pueblo a comprender. Cuando Esdras abrió el libro, el pueblo se puso de pie como en reverencia a la Palabra de Dios. Era un momento solemne y decisivo en la historia de Israel. A partir de ese día, Jerusalén e Israel jamás volverían a ser los mismos, porque la renovación de la ciudad adquirió una dimensión distintivamente religiosa. La ciudad arruinada no sólo fue reconstruida sino reconstituida. "El alborozo de Jerusalén fue oído desde lejos", informaba Nehemías, y bien sabía él que tal gozo era el don de Dios para un pueblo renovado y obediente que había oído la Palabra de Dios y sometido su vida en conformidad con ella (Nehemías 12:43-47).

Lecciones bíblicas para la renovación urbana


Los apóstoles a la ciudad del día de hoy, pueden sacar enseñanzas valiosas de esta antigua porción bíblica. La primera es que la Palabra de Dios jamás queda obsoleta. Hubo un largo trecho entre el rústico Sinaí, donde Moisés recibió la ley, hasta la Jerusalén posexílica. La ley de Moisés ya era un documento antiguo cuando Esdras subió al púlpito de madera y comenzó a leerlo para el pueblo. Pero su contenido no estaba añejo. Habló al pueblo y satisfizo sus necesidades. Era pertinente a la situación y llevó a cabo el propósito de Dios de renovar la vida de Israel.

La Biblia siempre es pertinente a las situaciones de la vida. La Biblia nos habla en nuestra época con el mismo poder con que habló a los hombres de otros siglos. Hay sólidas razones para esto. Nadie, en ninguna época de la historia, ha tenido que enfrentar un problema verdaderamente extraordinario. La raza humana es una, y los hombres de todas las épocas y nacionalidades son seres humanos que Dios hizo a su imagen. Dios es siempre el mismo Dios; el pecado del hombre es aún el problema que está a la raíz de todo desorden, hostilidad y conflictos humanos. Aunque los problemas humanos aparezcan en diferentes tamaños y formas de una generación a otra, son fundamentalmente los mismos. Esa esta condición pecaminosa del hombre, básica y universal, que la Biblia dirige su mensaje de juicio y redención. Las doctrinas que Moisés dio al antiguo Israel, las que los profetas predicaron a sus contemporáneos y que Jesús y los apóstoles proclamaron en días del Nuevo Testamento, son las doctrinas que pueden aportar consuelo y esperanza a los habitantes de las ciudades de hoy. No hay otro mensaje que valga la pena anunciar. 

Segundo, la Palabra de Dios escrita se puede traducir a toda lengua y cultura de la humanidad. La palabra debe expresarse y comunicarse en el lenguaje del corazón, para que así impacte con toda su fuerza y la gente la entienda completamente

La palabra debe expresarse y comunicarse en el lenguaje del corazón, para que así impacte con toda su fuerza y la gente la entienda completamente

Cuando uno examina Nehemías 1:1-12, se da cuenta de que la lectura bíblica fue acompañada de exposición bíblica, a fin de que los hombres y las mujeres de Israel comprendieran la ley de Dios. No sólo se leyó la Biblia clara e inteligiblemente, sino que los levitas explicaron su mensaje conforme avanzaba la lectura.

Además de leer la ley de Dios y explicar su significado, es muy probable que haya habido traducción, porque los judíos que volvieron del exilio hablaban mejor el arameo, dialecto de uso común en Babilonia, mejor que el hebreo. Es posible que, a medida que se leía la ley, algunos de los levitas hicieran una traducción simultánea, oración por oración, para que la gente la escuchara en arameo, la lengua que mejor conocían.

Hay aquí un principio importante para el apostolado urbano de hoy. La gente necesita escuchar la Palabra de Dios en el idioma que mejor conoce y en el contextoculturalque mejor le acomode. La organización de traducción bíblica Wycliffe, que es la entidad misionera interdenominacional más grande del mundo, acepta esto como el principio básico de toda su estrategia. Si se aplica a una remota tribu indígena de América Latina, significa que los traductores deben aprender la lengua, traducir las Escrituras a dicha lengua, y comunicar la verdad de la Palabra de Dios mediante la cultura y la lengua de ese pueblo. Esto rige también para los centros urbanos, que son vastos mosaicos de culturas, idiomas y características humanas.

Si vamos a ministrar eficazmente dentro de la ciudad, tendremos que tomar en serio las diferencias culturales. Donald A. McCavran, en su libro Undertanding Church Gnwth, dijo que dándose ciertas circunstancias, la clave para tener éxito en el apostolado urbano es la multiplicación de iglesias formadas de gente de la misma raza, clase y lengua. McGavran no abogaba por una forma de apartheid que a propósito mantuviese separadas a las diferentes razas y clases sociales. Tampoco se refería a la dolorosa realidad de las injusticias sociales y las diferencias económicas. Sólo quería recordamos que la ciudad contiene muchos tipos de gente que usa una variedad de idiomas y que se identifican con un mosaico de culturas. Estas diferencias deben de respetarse y no se debe permitir que algún grupo social o racial que domina la iglesia las "homogenice" haciéndolas desaparecer, pues esto significa que el grupo dominante impondrá su forma de hacer las cosas.

Es un hecho observable que el evangelio se extiende con mayor facilidad, cuando se tienen en cuenta las diferencias de lenguaje y cultura de la gente.
 
Cuando se fundan iglesias cuya predicación, adoración y vida comunitaria refleja el mosaico cultural que existe en las ciudades, la fe cristiana adquiere una fuerza multiplicadora. Ahora bien, si ocurre que en algún lugar la gente que viene de diferentes trasfondos lingüísticos y raciales quiere dejar atrás estas diferencias y juntarse en base a una lengua, cultura y congregación, ¡espléndido! Uno debe promover congregaciones de ese tipo, pues serán de bendición al evangelio. Pero en lugares donde el crisol de la dudad no ha llegado a fusionar a la gente, es un error estratégico tratar de juntar en una sola congregación a gente que no comparte la misma cultura o idioma.

La Biblia enseña dos grandes verdades: la unidad de todos los creyentes en Cristo y la diversidad de culturas y lengua de los miembros del cuerpo de Cristo. ¡Desde un punto de vista bíblico, las diferencias culturales son legítimas! Por tanto, el desafio que tienen las iglesias urbanas, no es borrar toda diferencia, sino crear un equilibrio entre unidad y diversidad. El equilibrio que se busca tomará seriamente en cuenta las diferencias que existen entre los diferentes grupos sociales y étnicos, pero a la vez exhibirá con claridad la unidad que nos une en Cristo. Hay que agradecer al Señor que hay congregaciones que se acercan al modelo bíblico de iglesia, en la cual existe un equilibrio entre unidad y diversidad. ¡Necesitamos muchas más!

¡Desde un punto de vista bíblico, las diferencias culturales son legítimas! Por tanto, el desafio que tienen las iglesias urbanas, no es borrar toda diferencia, sino crear un equilibrio entre unidad y diversidad.

Las diferencias lingüísticas son las razones más fuertes para pensar en congregaciones separadas, y en algunos casos esta es la única justificación. Es perfectamente obvio que para que la gente se comunique y para que la vida florezca, la gente debe ser capaz de entenderse unos a otros. Por consiguiente, la evangelización de la ciudad requiere que multipliquemos congregaciones con diferentes lenguas y culturas, lo cual parece se mantendrá hasta que Cristo vuelva.

Una de la tareas más importantes de la misión de la iglesia es ver que la Palabra se predique y se entienda entre los diferentes grupos que viven en la dudad. Esta tarea es el requisito fundamental de la conversión y el discípulado, porque si la gente no entiende lo que le decimos, no lograremos nada. El hecho de que la Biblia se traduce y predica en muchas lenguas es prueba de que cada cultura y lengua necesita oír la Palabra de Dios y debe tener una comunidad viva que aplique la Palabra a su situación particular.

Imagínese por un momento que usted y sus compañeros han pasado la noche en una remota aldea indígena de las montañas del centro de México. Usted ha ido a esa aldea a predicar la Palabra de Dios. la noche anterior, mientras descansaba en su saco de dormir, usted contempló las estrellas por las grietas de la arruinada casa en que se hospeda. Al estar allí acostado, escuchando aullar los perros, usted se preguntaba qué religión tendrían aquellos indígenas. ¡Qué combinación extraña de catolicismo tradicional y paganismo antiguo! Y ahora, en esta aldea, comienza a germinar la verdadera fe evangélica

Al pie de la ladera hay un viejo y magnifico templo, edificado en 1742 por sacerdotes españoles gradas al trabajo forzado de los indígenas. Ahora es una iglesia evangélica, porque hace unos años los aldeanos decidieron echar al sacerdote y adoptar las enseñanzas y prácticas de un misionero británico que, arriesgando la vida, les trajo el evangelio. Esta mañana usted se levantó temprano para hacer su devocional y revisar los apuntes de su predicación. Usted bajó la cuesta y halló la enorme pila bautismal que antes estuvo a la entrada del templo. El entusiasmo por la nueva fe y el resentimiento contra el cura que los había explotado, había llevado a los aldeanos a destruir las imágenes del templo. Luego sacaron la pila bautismal y la echarón cuesta abajo. Parte de la pila se quebró y ahora sirve de cómoda silla. Usted preparó su mensaje esta mañana sentado en la vieja pila bautismal al pie de la colina.

Es un día hermoso, y la gente se ha reunido en el cerro, en las afueras de la aldea, para escucharlo predicar a usted. Algunos han venido de otras aldeas, que están a varias horas de allí, caminando por estrechos senderos nublosos. Han acudido familias enteras. Las mujeres están abajo, en primera fda; atrás y más arriba, están los hombres con sus grandes sombreros. las madres amamantan a sus pequeñuelos, y otros niños van de un lado a otro entre las mujeres. Usted sabe que tendrá que elevar la voz tanto romo pueda para que la concurrencia lo pueda oír.

Los aldeanos han venido porque esta mañana hay algo especial. Con usted ha venido uno de los traductores del Instituto Wycliffe, quien ha traído el borrador de la traducción del Nuevo Testamento que ha estado preparando desde hace doce años. Es el único anglosajón del mundo que habla el dialecto particular de este pueblo. Hasta ahora, toda la instrucción religiosa que han recibido ha estado en español, idioma que sólo comprenden en parte. Muchos de ellos piensan que Dios sólo habla y entiende español.

Después de que se cantaron unos cuantos himnos con la cadencia peculiar que los indígenas le dan a las melodías españolas, su acompañante se pone de pie y abre su cuaderno. No tiene voz muy fuerte, y usted se pregunta cómo es que la gente de atrás logrará escucharle. Comienza a leer en una de las epístolas de Pablo. Lee en lengua mazahuatlí. La sorpresa asoma al rostro de las mujeres que están adelante. Un niño había corrido a pedirle algo a su madre, pero ésta súbitamente lo agarra por el hombro y le tapa firmemente la bou con la mano para que no haga bulla. Con rapidez, las mujeres se llevan los niños al pecho para acallar su lloriqueo. Las cabezas se inclinan hacia adelante. Un silencio casi absoluto se extiende hacia atrás. Serenamente, el traductor lee las Escrituras en mazahuatlí, y los aldeanos absorben cada palabra como si Dios mismo les estuviera hablando desde el cielo. Algunos comienzan a llorar suavemente conforme la Palabra de Dios en mazahuatlí les penetra el alma.

Entonces una abuela que está al lado suyo, le comenta: "Ahora sé que Dios nos comprende, antes me preguntaba si lo hacía". Después de tres horas, terminado el culto, hay una sensación de gozo, casi de regocijo. La gente se apiña en torno al traductor bíblico y le preguntan más acerca de Dios. Hoy han escuchado la Palabra de Dios en su propia lengua, y han comprendido su mensaje.

"Y leían en el libro, en la ley de Dios, clara y distintamente, explicado el sentido; de manera que se entendía.... Entonces se retiró todo el pueblo a comer y beber, a repartir porciones y celebrar una gran fiesta, porque habían entendido lo que se les había enseñado". Nehemías .8:8-12. 
Para producir la renovación urbana que quería, Nehemías se aseguró de que el pueblo entendiera la Palabra de Dios y su mensaje para la vida de ellos. Lo mismo debe ocurrir hoy día, en el vasto mosaico de población humana que constituye la ciudad. La ciudad tiene una enorme diversidad humana que hay que tener en cuenta para poder comunicarle Palabra de Dios. Cada ciudadano de la metrópoli necesita escuchar el evangelio en el lenguaje que mejor conoce y en el contexto cultural que comprende. A menos que se haga esto, no se producirá aquel sollozo de arrepentimiento ni aquella jubilosa celebración por la Palabra de Dios que deben preceder la renovación urbana.

Para producir la renovación urbana que quería, Nehemías se aseguró de que el pueblo entendiera la Palabra de Dios y su mensaje para la vida de ellos


Asuntos del corazón y de la sociedad


La estrategia de Nehemías para la reforma moral y religiosa de Jerusalén nos entrega una tercera observación. La Palabra de Dios habla a los asuntos del corazón y de la sociedad. Para dar curso a un sin fin de posibilidades que nos ayudarán a establecer una sociedad que agrade a Dios y que satisfaga las necesidades humanas, debemos ser capaces de comprender lo que la Palabra de Dios realmente nos está diciendo. Cuando la Palabra nos muestra nuestros pecados y nos arrepentimos, cuando la Palabra nos señala sus preceptos y los obedecemos, entonces podemos generar una sociedad nueva.

Nehemías 8:9-10 dice que los levitas "hacían entender al pueblo... todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley".  Lloraban porque habían pecado. Antes del exilio quebrantaron muchas veces la ley de Dios, y en Babilonia se les había privado de su proclamación pública. Ahora que de nuevo la escuchaban a la puerta de la ciudad, les llegó al corazón y, como nunca antes, puso al desnudo sus fallas. La Fiesta de las Trompetas se convirtió en día de llanto y de arrepentimiento público. Eso era precisamente lo que Nehemías se había propuesto, pues la base de su estrategia para la renovación urbana residía en una reforma moral y religiosa producida por la exposición de la Palabra de Dios. Esto es en esencia lo que Esdras y Nehemías procuraban realizar en la vida de la Jerusalén restaurada. Su meta era la reforma total de la sociedad judía de acuerdo con la Palabra de Dios. La renovación de la vida urbana y de la sociedad de la nación debía de efectuarse mediante las Escrituras leídas, explicadas, comprendidas y aplicadas. Las reformas sociales que Nehemías describe en el resto del libro no se habrían producido si no se hubiera leído y explicado la ley.  Mientras que los profetas falsos de la Jerusalén pre-exílica fueron en gran parte los responsables de la degeneración espiritual de la nación (Jeremías 13:15), el propósito de Nehemías y de sus colaboradores era diseminar el verdadero conocimiento de la ley de Dios. Pues cuando el pueblo entendiera el mensaje total de aquella ley, temblaría, se regocijaría y se renovaría.

Celebración en la ciudad

Al escuchar la ley de Dios, el pueblo fue movido a la adoración y la celebración. Nehemías el gobernador, Esdras el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo, dijeron:

"Este día está consagrado a Yahvé, vuestro Dios; no andéis tristes, ni lloréis.... Id y comed manjares grasos y bebed vinos dulces, y enviad porciones a cuantos nada tienen preparado, porque este día está consagrado a nuestro Señor. No os aflijáis, pues el gozo de Jehová es vuestra fortaleza" (Neh. 8:9,10, ).

Cuando oyeron esto, el pueblo comió y bebió, y envió viandas a los necesitados. Hubo gran gozo,"porque habían entendido las palabras que les habían enseñado" (v.12).

El gozo del Señor viene a quienes conocen la Palabra de Dios y la comprenden; y luego se convierte en su fortaleza para acometer grandes empresas. La Palabra mata pero también vivifica. Nos pone de rodilla, para después levantamos para el servicio.

La renovación de la ciudad y la reforma de la vida urbana esperan que la Palabra de Dios regenere los corazones. Aquí reside el significado vital de los púlpitos urbanos, que mediante la fiel exposición de la Palabra de Dios pueden hacer más por la renovación de la vida urbana, que cualquier otro instrumento o tnbuna. Aquí se halla también la clave para una misión urbana dinámica, la que depende de proclamar el "Así dice el Señor" y de la comunicación de la Palabra de Dios a la ciudad.

La Sociedad Bíblica Intennicional fomenta las Brigadas bíblicas. Desde el barrio rojo de Nueva York hasta los barrios residenciales de Nueva Jersey, estas Brigadas bíblicas distribuyen las Sagradas Escrituras de puerta en puerta. Provistos de porciones bíblicas y de tarjetas que invitan a las reuniones de las iglesias cercanas, los voluntarios cristianos entran tanto en hoteluchos como en lujosos barrios residenciales, dando fe del poder transformador de Dios en su vida, e invitando otros a leer las Escrituras y a seguir al Señor. En los últimos veinte años este programa ha distribuido más de 5 millones de porciones bíblicas en hogares donde viven unos 20 millones de personas.

El coordinador de este programa de distribución de las Escrituras, Bruno A. Militano, dice que se concentran en la familia y se proponen plantar las Escrituras donde la familia tiene su centro: en el hogar. Este programa en torno a la familia comenzó hace muchos años como experimento en 14 barrios de Harlem, los que la policía tenía señalados como fértil terreno para la guerra de pandillas. La Sociedad Bíblica invitó a las iglesias locales a que proveyesen voluntarios para que junto al personal de la Sociedad llevasen porciones bíblicas en español y en inglés a cada hogar de los asediados barrios.

Para estimular el compañerismo y el contacto, cada paquete de porciones contenía una invitación a los cultos de alguna iglesia cercana.

El programa se inició como experimento en algunos de los sectores más difíciles de Nueva York, y el éxito fue tan grande que se ha extendido a otros barrios de Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Connecticut, Maine y hasta la ciudad de Calgary en Alberta, Canadá. Militano calcula que unas mil setecientas iglesias han participado en el programa, enviando a unos doce mil voluntarios de todas las edades. Se han distribuido porciones de la Biblia en diversos idiomas, desde el yiddish hasta el japonés, y los resultados han sido alentadores.

El gozo de la salvación se ha vuelto realidad en la vida de centenares de individuos y de sus familias, mediante el trabajo de esta infantería del Señor. Una iglesia bautista del mal afamado Brownsville, en Brooklyn, informó hace algún tiempo que cuarenta adultos se habían unido a la iglesia luego de una campaña de familia a familia en su sector, y que cien niños se habían añadido a la Escuela Dominical. Una iglesia pentecostal de habla hispana en Brooklyn, y una iglesia bautista en el Harlem hispano bautizaron a veinticuatro adultos al concluir la campaña de distribución bíblica.

Voluntarios de la campaña visitaron un hotel de la Octava Avenida en el que vivían dos prostitutas. Las mujeres recibieron el mensaje evangélico de labios de los voluntarios, leyeron a solas las Escrituras, se convirtieron y posteriormente abandonaron su vida inmoral. El propietario del hotel, que no era cristiano, quedó sorprendido por el evidente cambio en la vida de ellas. Comentó: "Ciertamente ese libro logró cambiar sus vidas". Qué renovación se produciría en la ciudad, si decenas de millares de cristianos, guiados por los ministros del evangelio, se esparcieran por vecindades y barrios, por los grandes edificios de apartamentos e inmundos barrios bajos, distribuyendo la Palabra de Dios, explicando su contenido, traduciendo su mensaje al lenguaje y a la cultura de los moradores, y haciéndose instrumentos de Dios para la salvación de las almas y la transformación de la vida urbana!


Sobre el autor:
Roger S. Greenway, ThD (1934-2016)
Nació el 8 de enero en Holland (Michigan, EE.UU.). Miembro de la Iglesia Cristiana Reformada en Norteamérica, ha realizado sus estudios en el Calvin College (B.A., 1955), Calvin Theological Seminary (B.D., 1958, Th.M., 1968) de Grand Rapids (Michigan) y en el Southwestern Baptist Theological Seminary (Th.D., 1972) de Fort Worth (Texas).

Su vocación misionera la ha desarrollado principalmente en Sri Lanka, antigua Ceilán, como pastor de la iglesia reformada (1958-63); en México, como profesor de misiones en el Seminario Presbiteriano Juan Calvino de México capital (1963-72); y en varias partes de América Latina. Fue secretario para Latinoamérica de la Misión Mundial de la Iglesia, de la que es miembro. Luego fue pastor de la Burton Heights Christian Reformed Church (1978-82) de Grand Rapids.

Posteriormente, ha sido profesor de misiones en el Westminster Theological Seminary de Filadelfia (EE.UU., 1982-86), y en el Calvin Theological Seminary, desde 1989 hasta hoy. Fue director de la revista Urban Mission, especializada en el estudio y análisis de la evangelización de los grandes centros urbanos. Piensa con razón que “hoy se necesita urgentemente la formulación de un apostolado urbano bíblico.” A ello ha consagrado su vida y sus estudios.

Entre sus libros más notables se encuentran ¡Vayan y hagan discípulos!: Una introducción a las misiones cristianas , Pautas para la plantación urbana , Ciudades: la nueva frontera de las misiones y Discipular la ciudad: un enfoque integral para la misión urbana.


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Nehemías El secreto de la renovación urbana Nehemías El secreto de la renovación urbana Revisado por el equipo de Nexo Cristiano on marzo 19, 2024 Rating: 5
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